martes, 9 de octubre de 2007

Dúo de seis


“…y después se robaron el oro de los Templos del Sol, y fue puesto a circular en lingotes. Y con las iniciales de Pizarro, la moneda trajo los primeros impuestos, y con el dinero aparecieron los primeros mendigos….” Comienza diciendo Oscar Motta con voz grave y profética apoyado sobre una alfombra mágica de cellos y cuerdas que Alejandro “chino” Baró tensa cada vez mas en su teclado sintetizador, para que de pronto, ante la proximidad de un abismo de silencio sepulcral, levante sus manos, y me deje, solo y libre, comenzar a volar cantando los primeros versos de Cinco Siglos Igual de León Gieco. Luego, lentamente se van arrimando de a poco, uno a uno, en solidario apoyo: platillos que percusiona Lucio Mansilla, caricias de bajo del “ratón” Peire, oxígeno del altiplano que recrean los quenachos de la “monita” Morandini. Y así, lentamente nos vamos sumando todos, para que de golpe, estalle el ensamble maravilloso y completo de la banda y las voces, y vivir sintiendo y sentir viviendo íntimamente, cada sonido y palabra de ésta canción, de éstas canciones, de las canciones, y compartirlo todo, con la gente que está escuchando al Dúo Antar.
Y así es cada momento en el que el dúo de seis toca. Se detiene el tiempo por unos instantes, mientras duendes lujuriosos se pasean por las mesas animando a súcubos e íncubos a protagonizar ésta noche que no es una noche más, como ninguna la fue en cada concierto. Es una noche perdurable que Armando Tejada Gómez vaticinaba cuando abrazaba al dúo y los llevaba alzando a cada canción, para luego soltarlos para que caminen sus propios pasos. Por eso él regresa ésta noche, como regresan todos desde ésa invisibilidad en la que no creemos: Hamlet, el “colorado” Roca, Ricardo, Rubén, un coro de 30000, todos, a cantar de nuevo.
Es la historia de seis laburantes de la música, de seis guerrilleros de la palabra que empuñan herramientas de paz y disparan flores a los corazones cansados, que algún vez creyeron que la cultura de un pueblo ayuda a formar un mundo mejor, porque nosotros aún lo creemos, y “creer” es poder, y por ello luchamos incansables, de boca en boca, noche a noche, año tras año, de vida en vida, para regar más vida esperanzada. Entonces nos apasionamos. En escenarios en el que apenas entramos o en los inmensos, en el que apenas nos vemos, pero siempre nos sentimos. Y la música es nuestro espacio y nuestro tiempo, que siempre es infinito.
Es otra historia de amor. Dar desde un escenario, recibiendo del público, creando una historia más juntos, para decir junto a Hamlet Lima Quintana, desde ayer y para siempre: “…ésta suerte que abracé no crean que está perdida, es la sangre que hay en mi vida…”
Gracias Dúo Antar por ésta eternidad.

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