lunes, 8 de octubre de 2007

Circular



Sobre la rodilla de una playa me senté a pensar en mi tristeza. Me calmó el susurro de una brisa solitaria y la canción perdida de una gaviota libre de ataduras. Pero una nube contenida de lágrimas no tardó en aparecer. Jugaba con mi nostalgia, me incitó a abrazarme a una melancolía conocida, me recordó que a pesar de algunas luces, la oscuridad siempre estaba al acecho, amenazante, con una continua soledad. Entonces mi tarde fue triste una vez más, y me acosté sobre un papel con una musa en extinción. Ésta vez la soledad tomó la forma de una mujer posesiva y demandante que no me dejaba dormir para calmar sus caprichos. Las estrellas que decían amarme, una vez mas me mostraron su indiferencia, mudaron su confianza a campos ajenos.
Quise incorporarme a un camino sinuoso sin horizonte, pero ya estaba cansado de caminar, y me entregué vencido a un arrepentimiento doloroso. Una noche espesa me cubrió los ojos y un reloj tajante apuró sus latidos y mi oración.
Sin embargo el sol, que es cíclico y rutinario, sacudió a la mañana mi sueño, con un bostezo helado y me depositó suplicante sobre una esperanza nueva.
Regresé despacio y silbando la canción de aquel pájaro vencido, y proseguí los círculos que me había planteado, mas sabio, mas cansado, solitario y final.


Fer Guilla

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