lunes, 8 de septiembre de 2008

Improvisando


No sé dónde leí que el todo, como la nada, son iguales. Quizá en una vieja canción que anda por ahí, olvidada entre discos de vinilo y polvo. Entonces noté que empezó a crecer mi temor a las cosas colmadas...que al fin y al cabo son similares a las vacías. Y me arrodillé en la arena de una playa imaginaria, que nunca antes pisé, y ví todo..., ví nada...

El mar reflejaba momentos de mi vida, pero no los momentos mas importantes, si no los mas absurdos y sin brillo: la forma de atarme los cordones, las lapiceras Bic que perdí, la mágica sensación de plenitud ante el inicio de un primer beso, las hormigas que se ocultan a descansar en la planta muerta de mi habitación para luego viajar a quien sabe dónde...a Senegal quizá, la inútil tristeza que dá sentirse víctima uno mismo de que los otros no te den pelota, por estar ocupados en victimizarse ellos mismos por causa de nuestra indiferencia...

Ése mar estaba demasiado calmo. Demasiado para mi gusto. Así que desperté, quizá por aburrimiento, o quizá porque mi reloj despertador aun no quedó sin pilas, y me sumergí en la rutina de siempre, sin pensar, sin sentir, sin hablar...

Pero un día reconocí en la sala de espera de un hospital derruído, a una hormiga que había andado en mi planta. La seguí con la mirada y sin darme cuenta, luego, me encontré arrodillado por debajo de la mesa de las enfermeras, que horrorizadas llamaban a un psiquiatra al grito de "degenerado!".

Quiza sean cosas mias, pero la hormiga en cuestión traía un pedazo de algun vegetal que no pertenece a mi región, quiza era de Senegal, y la maté...porque sabia que cuando me siente a escribir sobre ésto, en ésta habitación del neuro, no iba a saber cómo terminar mi cuento.

Cuando no sabemos qué sigue...matamos ante la ignorancia. Ésto es todo...ésto es nada...



Fernando Guillamondegui






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